viernes, 20 de junio de 2008

LA SUPREMACIA DE BOURNE // THE BOURNE SUPREMACY



UN ENTRETENIMIENTO CON TODOS LOS CONDIMENTOS.


UN AGENTE DE LA CIA QUE MEDIANTE UN TRABAJO DE LAVADO DE CEREBRO Y DROGAS ES LLEVADO POR UN SUPERIOR IMPLICADO EN NEGOCIOS SUCIOS CON LA INCIPIENTE MAFIA RUSA LUEGO DEL DESBANDE DE LA UNION SOVIETICA.


Y COMO EL LOGRA AVERIGUAR LAS COSAS Y DE EESTA MANERA OBTIENE UNA ESPECIE DE INMUNIDAD


MATT DAMONN EL ACTOR PROTAGONICO NO ESTÁ TRAN PROMOCIONADO COMO OTROS PERO ME PARECE MEJOR COMO INTÉRPRETE .


MI PUNTAJE ES UN 8


TITULO ORIGINAL: The Bourne supremacy


GENERO: Suspenso / Thriller


DIRECCION: Peter Greengrass


GUION: Tony Gilroy


INTERPRETES: Matt Damon, Franka Potente, Brian Cox, Julia Stiles, Karl Urban, Gabriel Mann, Joan Allen


FOTOGRAFIA: Oliver Wood


MUSICA: John Powell


MONTAJE: Christopher Rouse, Richard Pearson


ORIGEN: Alemania - Estados Unidos (2004)


DURACION: 108 minutos


CALIFICACION: Apta para mayores de 13 años




DISTRIBUIDORA: UIPTRAILER: Quicktime


FECHA DE ESTRENO EN BUENOS AIRES: 30 de septiembre del 2004


DATOS PARA DESTACAR: 50 copias










Los especialistas en guiones recomiendan habitualmente que a la hora de escribir una historia no se arroje al espectador información continuamente ya que el cerebro es una "maquinaria" que actúa por ciclos, y no se puede estar del todo atento, frente a la pantalla, de manera constante. Esa es la primera regla que rompe La supremacía de Bourne. La otra, más que una regla es esa convención social que proclama que segundas partes no son buenas.
En 2002 Identidad desconocida (The Bourne Identity) se presentó como una película que renovaba en cierto sentido el cine de espías, con un personaje protagónico, Jason Bourne, que era un asesino entrenado por el mismo gobierno de los Estados Unidos, que sufría de amnesia y al que había que eliminar. Pero sus aciertos se veían restringidos por el poco vuelo que le imprimía el director Doug Liman a la narración.
Estábamos entonces frente a una buena historia llevada a la pantalla de manera irregular. Dos años después se hizo cargo de la continuación Paul Greengrass, de quien aquí vimos Vuelo en busca del amor, y que tiene en su haber un par de premios en el Festival de Berlín de 2002 con Bloody Sunday (incluido el Oso de oro compartido con El viaje de Chihiro). Y su mano obró el milagro.
La historia es simple: un par de crímenes se han cometido en Alemania y por una maniobra de los autores queda implicado el bueno de Bourne (Matt Damon), que estaba con su novia Marie (Franka Potente) en la India, pero con los mismos problemas de memoria de siempre. A partir de allí la CIA comenzará la cacería del héroe a escala mundial.
Algunos han rescatado de Bloody Sunday la cámara en mano que utilizó el director. Recurso que es puesto en nuevamente en práctica, y con excelentes resultados, en La supremacía de Bourne. Además Greengrass recurre reiteradamente al zoom, re-encuadrando dentro de los mismos planos muy en el estilo de John Woo. Pero a no confundirse, estos artilugios visuales no son formalismos aislados; potencian decididamente el nervio dramático del relato. Un poco como en Colateral, de Michael Mann, la forma hace al fondo.
Lo interesante del "método" de Greengrass se puede apreciar por ejemplo en la escena de la pelea cuerpo a cuerpo entre Bourne y otro asesino, en el departamento de este último. Allí el director privilegia los planos largos, y estos transforman a esa lucha en algo mucho más real y cercano que lo habitual en el cine de acción. Casi un concepto nuevo para el género.
Al comienzo hablábamos del ritmo. Si uno cronometrase el film podría estar seguro de que aproximadamente cada 10 minutos ocurre algo que dispara la película hacia delante. Esto podría generar un agotamiento del espectador. Pero lo que hace Greengrass, en vez amontonar escenas de acción, es ir sumando suspenso y de ese modo el interés se acumula hasta llegar al clímax en una persecución automovilística como hacía tiempo no se filmaba.
La supremacía de Bourne se juega en dos terrenos. Por un lado en las múltiples huidas del personaje, y por el otro en las disputas entre los integrantes de la CIA. Allí se plantea un duelo impecable de los agentes Landy y Abbott, interpretados respectivamente por Joan Allen y Brian Cox con una concentración admirable, sin desbordes de ningún tipo. Precisamente uno de los aciertos de la franquicia Bourne ha sido confiar los personajes a buenos actores. Cox –que viene de la primera parte– ya había demostrado dentro de otro estupendo entretenimiento como X-Men 2 que no hay papeles despreciables.
En este contexto, el Jason Bourne de Matt Damon es lo más destacable. Se nota un crecimiento del personaje respecto de Identidad desconocida, que no bstante no quiebra, ni degrada, el perfil del rol. El tipo sigue tan cabrero como de costumbre. Se trata en todo sentido de un antihéroe a prueba de balas, violento y cascarrabias. Sin duda que sus pulsiones violentas, casi primitivas, son las que marcan la diferencia con otras películas del mismo género. Nada que ver con el típico winner que la juega de chistoso, con líneas de diálogo cancheras. La película es consecuente con Bourne: firme y seria, sin llegar a ser presuntuosa ni solemne. Greengrass tampoco sabe de distancias irónicas.
Más allá de que –a diferencia de la primera parte– acá la CIA no queda mal parada, La supremacía de Bourne resulta mucho más placentera que su predecesora. La mayor virtud es la de mantener los aciertos y mejorar los puntos débiles de la anterior, que puede ser entendida ahora como la antesala de un juego muy divertido. Que en el fondo de eso se trata. Un entretenimiento sólido que sabe cómo captar la atención del espectador durante casi dos horas. Construido, para espanto de Hollywood, sobre la base de un personaje antipático, oscuro y solitario. Pero, claro, no carente de emociones. Como las muchas que propone esta película.
Mauricio Faliero


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